DEBERES CRISTIANOS

(Mensaje predicado por el Pastor Juan Sanabria Cruz el 04/01/09)


“En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración.”
(Ro 12.11-12)


Introducción.

Esta capítulo 12 del apóstol san Pablo a los Romanos comienza hablándonos de nuestra entrega total y absoluta al Señor, como quien entrega la víctima viva en un holocausto para ser consumida por el fuego de Dios, solo que en este caso las víctimas somos nosotros mismos.

En esta entrega total hacemos morir nuestros apetitos personales para rendir el verdadero culto al Dios vivo.

Se dice de este culto que es un culto racional. Al ser el culto cristiano un culto racional nos da a entender lo que dice en el v.2, que nuestro entendimiento no debe estar adaptado a las formas de pensar del mundo, sino que debemos de pensar conforme al hombre espiritual.

Al ser nuestro culto un culto racional nos está diciendo que no es irracional, desordenado, alocado, frenético, emocional ni lleno de aspavientos como los que practicaban las religiones paganas. Esta fue la forma de rendir culto a lo Baales.

“Entonces Elías dijo a los profetas de Baal: Escogeos un buey, y preparadlo vosotros primero, pues que sois los más; e invocad el nombre de vuestros dioses, mas no pongáis fuego debajo. 26Y ellos tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: ¡Baal, respóndenos! Pero no había voz, ni quien respondiese; entre tanto, ellos andaban saltando cerca del altar que habían hecho. 27Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle. 28Y ellos clamaban a grandes voces, y se sajaban con cuchillos y con lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. 29Pasó el mediodía, y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecerse el sacrificio, pero no hubo ninguna voz, ni quien respondiese ni escuchase.” (1 Re 18.25-29).

Si los sacerdotes de Baal adoraban de esta manera es de suponer que Elías no lo haría de la misma forma, y así fue.

El Espíritu Santo está presente en el orden y la solemnidad. Dicho de otra forma: LA UNCIÓN TRAE ORDEN. Sobre este asunto habla más extensamente Pablo a los corintios diciéndoles que oren en el espíritu pero que a la misma vez lo hagan de manera en que puedan ser entendidos.

“¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento.” (1 Co 14.15).

Por desgracia todavía existen muchas personas en las iglesias actuales que piensan que a mayor desorden más unción. ¡Todo lo contrario!

El mismo Espíritu que inspiró las Sagradas Escrituras, a las cuales se someten todos los verdaderos cristianos, dijo a través de san Pablo:

“Pero hágase todo decentemente y con orden.” (1 Co 14.40).

En lo que respecta a los siguientes versos escritos por la mano del apóstol son mandamientos e instrucciones respecto a la vida cristiana.

Hay algunos que piensan que el estar bajo la gracia les exime de todo tipo de ley, sin embargo Cristo dijo que los que le aman guardan sus mandamientos.

Pero estas personas son aquellas de las que hablaron los santos apóstoles diciendo que son los que convierten en libertinaje la gracia de Dios pensando que la misma les da licencia para vivir conforme a sus propios antojos.

“Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.” (Jud 4).

Para los que entendemos que la gracia nos compromete con Cristo el apóstol Pablo da las siguientes instrucciones:


1. En lo que requiere diligencia, no perezosos

La elección que Dios ha hecho de su pueblo no tiene como propósito la ociosidad sino el servicio. Este servicio a Dios debe llevarse a cabo diligentemente, no con pereza. El cristiano siempre debe tener sus lomos ceñidos y presto para hacer la voluntad de su Señor.

Él ha impartido varios dones a la iglesia para el servicio. En la parábola de los talentos, el Señor envía a las tinieblas a todo aquel que entierra el talento entregado llamándole “siervo malo y negligente”.

“Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” (Mt 25.24-30).

El Señor llama siervo malo a todo aquel que se queda de brazos cruzados en lugar de trabajar en sus labores. ¡Cómo puede considerarse bueno aquel que habiendo recibido tantos beneficios de su Señor no quiere hacer nada por Él! Pero no solo eso. Este siervo es capaz de juzgar a su Señor llamándole hombre duro y exigente. Y Yo pregunto ¿Acaso no existen muchos cristianos en la actualidad que piensan que el Señor es duro y que les está pidiendo más de lo que pueden dar? Sin embargo en esta misma parábola el Señor dice que les dio los talentos "conforme a la capacidad de casa uno" (Mt 25.15), lo cual quiere decir que nunca les puso una carga que ellos no pudieran llevar, por lo cual la acusación del siervo es completamente falsa.


2. Fervientes en espíritu, sirviendo al Señor

Nuestro servicio al Señor, en contra de lo que decíamos en el punto anterior, no debe ser con pereza sino con fervor. El fervor indica dedicación, interés, hacer las cosas con ánimo y entusiasmo.

San Pablo le escribió a Timoteo en relación a los dones que había recibido diciendo:

“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.” (2 Tim 1.6).

Parece que Timoteo se había descuidado en su ferviente servicio al Señor debido a su extremada timidez. Pablo estaba preso por predicar la Palabra y esto parece haber intimidado al joven Ministro. Los complejos, la timidez, la cobardía son obstáculos que se interponen en nuestro servicio a Dios.

Recordemos que en la parábola de los talentos el que no había producido nada dijo “tuve miedo” (Mt 25.25).

El temor a la persecución y/o el temor a equivocarnos pueden ser grandes pecados que nos pueden dejar ante el Señor como árboles estériles.



3. Gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación

Aquí aparecen dos palabras sumamente importantes en la carrera de un cristiano: la esperanza y la tribulación. La esperanza alienta el corazón en los momentos de tribulación y produce gozo.

La felicidad del cristiano no se encuentra en este mundo sino en la esperanza de la vida eterna junto al Señor. Esta esperanza hace que el corazón pueda mantenerse en gozo a pesar de las tribulaciones. El cristiano vive a la espera de que su Señor regrese para llevarle junto a Él a las moradas eternas.

Pablo escribe:

“Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2.13).

Los ojos del cristiano se apartan de la adversidad para ser fijados en el cielo a la espera de la aparición de nuestro Señor Jesucristo.

Esta esperanza hace que podamos sufrir toda tribulación y soportar, sabiendo que las tribulaciones nos aportan crecimiento y hacen que esa fe y esa esperanza se aviven.

“El que lo tiene todo no espera nada. El que no tiene nada lo espera todo”.

Las tribulaciones son la herramienta que Dios utiliza para moldearnos y hacer desarrollar en nosotros las virtudes cristianas, como la paciencia, porque todo aquel que espera debe esperar con paciencia al momento en que Dios decida entrar en escena para obrar siempre en nuestro favor conforme a sus designios.


4. Constantes en la oración


Esta espera en el Señor y esta resistencia ante la prueba NO es una espera pasiva. Tampoco es una especie de resignación como si dejáramos caer nuestros brazos con una actitud de impotencia.

Por el contrario, el estar en tribulación y en esperanza a que Dios haga algo debe hacerse en una oración constante.

La oración es el medio que Dios a puesto para que podamos hallar su gracia, y poder resistir en el tiempo de la aflicción. A través de la oración podemos acercarnos al Señor para encontrar en Él el socorro oportuno.

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (He 4.16).

Antes de que los guardias del Templo apresaran a Jesús en el huerto de Getsemaní para ser entregado al tribunal romano, exhortó a sus discípulos diciéndoles:

“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mt 26.41).

El Señor nos manda a acercarnos a Él para que no nos hundamos en el momento de la prueba. Esta exhortación que hace a sus discípulos coincide con su oración modelo en la que dijo: “No nos dejes caer en la tentación sino líbranos del mal”.


Conclusión

Nuestro servicio al Señor debe ser con diligencia y fervor. No debemos permitir que las tribulaciones apaguen nuestros dones ni nuestro gozo en nuestro servicio a Dios.

Si nosotros honramos a Dios y le obedecemos, seremos honrados por Él. Para mantener esta fuerte determinación y la eficacia en nuestro servicio debemos permanecer orando para que de Dios nos venga la fuerza necesaria que nos conceda la victoria.

El servicio a Dios y nuestra actitud en el mismo, el sufrir la tribulación con el gozo de saber que todo acabará cuando nuestro Señor venga, y el mantenernos en oración constante son mandamientos apostólicos para nuestro bienestar espiritual, pero sobre todo es por el bien de la obra de Dios.

Cada cual tiene que mantenerse en su lugar y no abandonar su puesto de combate, sino soportar como buen soldado de Cristo, manteniendo su función por el bien de toda la compañía. Cualquier negligencia puede perjudicar a tus compañeros ¡Y Dios te pedirá cuentas por eso!

Por eso, si ves que estás siendo vencido por la pereza, que te estás hundiendo en la prueba, que tus dones se están apagando y que tu vida espiritual se enfría, acércate al Trono de Dios y dile al Señor que te socorra y que te dé abundante gracia para que puedas recuperar todo lo que hasta ahora has perdido.

¡Qué el Señor tenga misericordia de nosotros!