¿Cómo se debe cantar a Dios?


Pastor: Juan Sanabria Cruz

Al discutir la importancia de la música en la Biblia solemos enfocarnos hacia el papel del canto en la experiencia espiritual personal. Muy poco se ha dicho del ministerio musical realizado en La Biblia. Un breve examen del ministerio musical público de esos tiempos ofrece lecciones significativas para la música de la iglesia contemporánea.

Quiero hablar del canto para no utilizar los términos alabanza o adoración, pues estos actos no siempre incluyen un canto. El que canta a Dios le alaba y le adora pero no todo el que le alaba o le adora lo hace cantando. Este concepto de que alabar y adorar es cantar vino del cantante Marcos Witt quien supuestamente había recibido un llamamiento divino para renovar la alabanza en la iglesia (parece que los himnos tradicionales ya no servían) y de hecho ha conseguido su objetivo pues cada vez son más las iglesias que desconocen la historia de los himnos.

El concepto de Adoración-Alabanza fue promovido por Marcos Witt denominándolo Proyecto AA. Según sus enseñanzas la alabanza consistía en cantos de gozo y júbilo con ritmos acelerados, silbidos, gritos, danzas, etc., mientras que la adoración era más melódica y con más recogimiento.

A pesar del argumento del cantante no hay nada en Las Escrituras que respalden dicha teoría aunque bien es cierto que este diseño ha calado fuertemente en las formas de culto de las iglesias evangélicas, especialmente entre las iglesias de habla hispana. Pero al margen de lo que hacen las iglesias y de las enseñanzas de Marcos Witt ¿Qué enseñan Las Escrituras?

1. La Música En El Antiguo Testamento

Muchos de aquellos involucrados en el ministerio musical contemporáneo se basan en los distintos estilos de música del Antiguo Testamento para así "hacer la suya" propia. Piensan que la música producida por instrumentos de percusión y acompañada de baile era común en los servicios religiosos y por tanto, entienden que algunos estilos de música contemporánea y de baile son apropiados para los servicios de la iglesia de hoy.

Un estudio cuidadoso de la función de la música en el Antiguo Testamento revela algo distinto. Por ejemplo, en el Templo los músicos pertenecían al sacerdocio, de ahí que en la liturgia Reformada sean los Ministros de Culto los que guíen desde el púlpito el canto congregacional. Solo los Ministros de Culto están legitimados para orientar el canto desde el púlpito, aunque sea todo el pueblo el que deba cantar (1 Cr 16). Estos sacerdotes tocaban solo en limitadas y especiales ocasiones, y usaban solo unos pocos instrumentos musicales específicos.

No había ninguna posibilidad de convertir el servicio del Templo en un festival de música donde cualquier ritmo de entretenimiento secular se pudiese tocar en el culto. Debemos entender que en la música, como en todas las áreas de vida, Dios no nos da la licencia para "hacerlo a nuestra manera” ni “a la manera de las naciones paganas” sino como Él nos manda.

Dios sabía de antemano que su pueblo querría seguir el ejemplo del mundo para profanar una adoración que Él reclama como santa y solemne, pero sabiendo de antemano nuestras reacciones y la rebeldía de nuestros corazones nos dejó escritas estas palabras:

“Cuando Jehová tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites en su tierra, guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así a Jehová tu Dios; porque toda cosa abominable que Jehová aborrece, hicieron ellos a sus dioses; pues aun a sus hijos y a sus hijas quemaban en el fuego a sus dioses.32Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás.” (Dt 12.29-32).

Parece que estuviera hablando en el mismo s.XXI. Es como si nos dijera: Si veis el reggaetón no adoraréis conforme lo hace el mundo. Si veis el heavy no adorareis con música heavy. Si viereis el merengue no me adoraréis bailando merengue. En resumen, Dios no quiere que adoremos utilizando los ritmos y músicas de diversión popular para traerlas a su Casa, incluso aunque éstas no sean pecaminosas en su ámbito, pero nunca deben ser utilizadas para rendirle culto a Él.

Obsérvese que en este punto hablo de la Música en el Templo y no en el Tabernáculo ¿Por qué? Sencillamente porque Dios nunca dijo que se le adorase con música. Moisés, varón de Dios, fue quien recibió el encargo divino de todo lo relacionado al tabernáculo, pero nunca introdujo la música porque Dios directamente nunca lo ordenó. No aparecen textos bíblicos donde Dios mande a su pueblo a fabricar instrumentos para su adoración y por eso Moisés nunca añadió nada a las Palabras que Dios le había comunicado y en este sentido fue declarado un hombre fiel en todo el diseño de la casa de Dios.

“Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir” (He 3.5).

Sobre todas las cosas reveladas por Dios a Moisés, el mismo profeta dijo: “Ahora, pues, oh Israel, oye los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los ejecutéis, y viváis, y entréis y poseáis la tierra que Jehová el Dios de vuestros padres os da. No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno.” (Dt 4.1-2).

Ahora bien ¿No había música en el tiempo de Moisés que se utilizara para adorar a Dios? La respuesta es sí. Su propia hermana Miriam tomó un pandero y animó al pueblo a festejar la derrota de los egipcios después de pasar el Mar Rojo, pero debe quedarnos constancia que fue un festejo popular y nacional sobre la derrota que Dios había traído sobre sus enemigos, pero esto no constituía para nada un diseño específico para Su Culto. De haber sido así lo hubiera revelado a Moisés en el diseño del Tabernáculo de reunión. Pero para decepción de alguno, que no le guste la forma que Dios ha establecido para que le adoren, he de decir que no lo instituyó. No me sería extraño que alguien pensara que Dios lo pasaría por alto como si esto fuese algo de poca importancia o que quizá se le olvidara decirlo, a lo cual contesto que al Dios de La Biblia nada se le pasa por alto, ni siquiera los bordados de las telas del Tabernáculo o el material y colores de las mismas.

Entonces ¿De quién vino la iniciativa de establecer un ministerio musical para la adoración a Jehová?

a.) La institución del Ministerio Musical.

El libro de Crónicas describe con considerables detalles cómo David organizó el ministerio musical entre los Levitas, organizado de manera que han sido rasgos de relevancia para la música contemporánea en las iglesias.

Sobre si tuvo la aprobación divina sobre esta iniciativa no existe ninguna palabra que diga lo contrario, aunque hay un texto del profeta Amós que ha despertado ciertas dudas.

“Duermen en camas de marfil, y reposan sobre sus lechos; y comen los corderos del rebaño, y los novillos de en medio del engordadero; gorjean al son de la flauta, e inventan instrumentos musicales, como David; beben vino en tazones, y se ungen con los ungüentos más preciosos; y no se afligen por el quebrantamiento de José. Por tanto, ahora irán a la cabeza de los que van a cautividad, y se acercará el duelo de los que se entregan a los placeres.” (Am 6.4-7).

Amós fue profeta en el Reino del Norte. Mientras ellos adoraban a otros dioses, en lugar de estar llorando su pecado, lo que hacían era gozarse en los deleites temporales, viviendo de manera lujosa e inventando instrumentos y cantando como si no pasara nada. Aquí, cuando Dios dice “inventan instrumentos musicales como David” no me parece que a Dios le disgustara que David inventara instrumentos sino que ellos se quisieran comparar a aquel hombre que según La Biblia era conforme al corazón de Dios.

Esta deducción la saco porque veo que, aunque Dios no dijera directamente a David que fabricara instrumentos y formara un ministerio musical, sí parece que por boca de otros profetas llegó a gozar de la aprobación divina.

“Puso también [Ezequías] levitas en la casa de Jehová con címbalos, salterios y arpas, conforme al mandamiento de David, de Gad vidente del rey, y del profeta Natán, porque aquel mandamiento procedía de Jehová por medio de sus profetas. Y los levitas estaban con los instrumentos de David, y los sacerdotes con trompetas.” (2 Cr 29.25-26).


b.) El Ministerio de los Músicos.

Para asegurar que no habría confusión o conflicto entre el ministerio de los sacrificios de los sacerdotes y el ministerio musical de los Levitas, David cuidadosamente delineó la posición, el rango, y alcance del ministerio de los músicos (1 Cr 23.25-31).

Ahora llegamos a un punto clave para aquellos que justifican la utilización de la música en la actualidad en la Iglesia utilizando como argumento los textos el A.T., que dicho sea de paso, parece que son los únicos que les gustan. La pregunta es: ¿Para qué estableció David este ministerio musical? La misma Palabra de Dios lo dice:

“Así que, conforme a las postreras palabras de David, se hizo la cuenta de los hijos de Leví de veinte años arriba. Y estaban bajo las órdenes de los hijos de Aarón para ministrar en la casa de Jehová, en los atrios, en las cámaras, y en la purificación de toda cosa santificada, y en la demás obra del ministerio de la casa de Dios. Asimismo para los panes de la proposición, para la flor de harina para el sacrificio, para las hojuelas sin levadura, para lo preparado en sartén, para lo tostado, y para toda medida y cuenta; y para asistir cada mañana todos los días a dar gracias y tributar alabanzas a Jehová, y asimismo por la tarde; y para ofrecer todos los holocaustos a Jehová los días de reposo, lunas nuevas y fiestas solemnes, según su número y de acuerdo con su rito, continuamente delante de Jehová; y para que tuviesen la guarda del tabernáculo de reunión, y la guarda del santuario, bajo las órdenes de los hijos de Aarón sus hermanos, en el ministerio de la casa de Jehová.” (1 Cr 23.27-32).

El contexto sugiere que los músicos estuvieran de pie en alguna parte delante del altar de bronce, ya que su participación musical coincidía con la presentación de la ofrenda quemada. El propósito de su ministerio era agradecer y alabar al Señor en base a los sacrificios de animales, los sábados, los días de luna nueva, las fiestas solemnes y todo en consonancia con estos ritos ceremoniales de la Ley abolidos con la venida de Cristo.

i.) Cristo abolió la Ley ceremonial:

“Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.” (Ef 2.14-16).

ii.) El apóstol Pablo dice que estas fiestas eran tipo de Cristo y que venido Cristo no deben observarse:

“Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.” (Col 2.16-17).

Dicho clara y resumidamente. El ministerio musical era exclusivo del Tabernáculo, y posteriormente del Templo, para los sacrificios presentados durante el pacto de obras.

c.) Los Instrumentos musicales del Templo.

David "fabricó" los instrumentos musicales que serían usados para su ministerio (1 Cr 23.5; 2 Cr 7.6). Por esto es que se llaman "los instrumentos de David" (2 Cr 29.26-27). A las trompetas que el Señor había ordenado a través de Moisés, David agregó los címbalos, las liras, y el arpa (1 Cr 15.16; 16.5-6).

d.) Restricción en los Instrumentos musicales.

El rey David se mostró muy respetuoso al mandamiento dado por Moisés sobre no adorar a Dios conforme a las costumbres de los mundanos, por eso se hizo una selección de los instrumentos que se consideraban más apropiados para rendir culto a Dios, quedando fuera aquellos que eran considerados de contenido pagano o mundanal. Instrumentos como los tambores, el timbrel (una pandereta) y los pífanos se dejaron fuera del Templo porque estaban vistos como inapropiados. Este caso sirve para mostrar que había una distinción entre la música sagrada tocada dentro del Templo y la música secular tocada fuera.

Al prohibir los instrumentos y los estilos musicales, como la danza, asociados con el entretenimiento secular, el Señor le enseñó a Su pueblo a distinguir entre la música sagrada tocada en el Templo y la secular, música de entretenimiento utilizada en la vida social.

En cuanto a la danza del rey David hay que entender que fue una expresión de júbilo y humildad ante Dios pero que no constituía ninguna forma estructurada como para establecerla en el culto a Dios ¡Ni siquiera David lo hizo! Esta danza es mucho más sencilla de lo que nosotros pensamos. Fue un gozo espontáneo y personal que salió de su corazón y que expresó públicamente “por las calles de Jerusalén” pero no en el Tabernáculo.

El rey David fue recordado en Las Escrituras como el “dulce cantor de Israel”:

Estas son las palabras postreras de David.
Dijo David hijo de Isaí,
Dijo aquel varón que fue levantado en alto,
El ungido del Dios de Jacob,
El dulce cantor de Israel:
El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, Y su palabra ha estado en mi lengua”. (2 Sam 23.1-2)

A pesar de que el rey David introdujo diversos instrumentos musicales no se aprecia que su forma de cantar o que sus composiciones musicales desembocaran en una música estridente, de aquí que fuese recordado como un dulce cantor. Cantar a Dios con júbilo, pandero, instrumentos de cuerda o címbalo no implicaba un jolgorio mundanal sino que su melodía era suave, reverente y solemne, apropiada para adorar al Dios Todopoderoso. Esto lo confirman sus mismas composiciones donde dice que el canto a Dios debe ser suave:

“Bueno es alabarte, oh Jehová,
Y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo;
Anunciar por la mañana tu misericordia,
Y tu fidelidad cada noche,
En el decacordio y en el salterio,
En tono suave con el arpa.
Por cuanto me has alegrado, oh Jehová, con tus obras;
En las obras de tus manos me gozo.” (Sal 92.1-4).


Este salmo es un salmo de proclamación y exaltación cantado cada día de reposo entre el pueblo de Dios. Nos habla de anunciar, de alegrarse y gozarse, sin embargo nada de esto está reñido con la solemnidad que corresponde al culto ofrecido al Todopoderoso, por eso dice que a pesar de utilizar estos instrumentos y de sentir esta alegría debe tocarse en tono suave.

Es curioso que, en contra de lo que piensan algunos neófitos, los datos recabados hasta el día de hoy demuestren que a pesar de que el pueblo de Israel hacía uso de instrumentos musicales éstos apenas se percibían ya que se utilizaban pocos, de manera que lo que predominaba era la voz.

El Nuevo Diccionario Ilustrado dice al respecto:

La orquesta constaba de dos salterios como mínimo y de seis como máximo, nueve arpas como mínimo y su máximo sin límites, dos oboes (Flautas) como mínimo y doce como máximo, y un címbalo. El coro estaba compuesto por doce hombres como mínimo y su máximo sin límite. Los miembros, todos varones, debían tener como requisito entre treinta y cincuenta años de edad y cinco años de preparación musical.[1]

¿No es curioso que habiendo más de 2.000 hombres que componían el coro y que los adoradores eran miles solo se utilizaran unos pocos instrumentos? Había un solo címbalo, una especie de platillos, que constituía el instrumento más sonoro. No existían amplificadores ni altavoces como en la actualidad y eso que junto a los sacerdotes eran miles los que venían a adorar al Señor.

Esto debe de servir como enseñanza a las iglesias contemporáneas para que, basándose en la Escritura y no en la opinión particular de algunos que se creen sabios, se adore a Dios según los patrones establecidos por Él en su santa Palabra.

2. La Música En El Nuevo Testamento

En el N.T. todo es más sencillo porque la música no aparece en el culto cristiano. Algunos piensan que si la iglesia cristiana había tomado el molde de la sinagoga hebrea debía haber música en dichas reuniones. Esto carece de argumento, porque si la sinagoga surge en la cautividad babilónica después de la destrucción del Templo, difícilmente se podían tocar instrumentos sin haber sacrificios. Es más, los judíos sustituyeron los sacrificios por la oración y estando en el cautiverio tampoco podían cantar porque se sentían enlutados. El salmo 137 es un claro ejemplo de lo que estamos hablando:

“Junto a los ríos de Babilonia,
Allí nos sentábamos, y aun llorábamos,
Acordándonos de Sion.
Sobre los sauces en medio de ella
Colgamos nuestras arpas.
Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos,
Y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo:
Cantadnos algunos de los cánticos de Sion.
¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños?
Si me olvidare de ti, oh Jerusalén,
Pierda mi diestra su destreza.” (vv. 1-5).


Con esto queda demostrado que en la sinagoga el canto no era algo usual y mucho menos con instrumentos musicales, solo se utilizaba la voz.

Lo que sí encontramos en el N.T. son tres requisitos para el canto congregacional.


a.) Cantaré con el espíritu (1 Co 14.15 b)

Jesús dijo que el Padre busca adoradores que le adoren en Espíritu (Jn 4.24). Dios no recibe ninguna adoración ni forma de adoración que provenga puramente del ser humano. Las actitudes humanas, la pecaminosidad de nuestra naturaleza, nuestras formas no valen para Dios. Solo llega a Dios lo que proviene de Él. El Espíritu Santo fue enviado del cielo para auxiliar a la iglesia en todo su servicio a Dios y lo que no provenga del Espíritu Santo no tiene aceptación Divina. El Espíritu es quien guía nuestro canto y lo eleva hasta el Trono de la Gracia para que sean aceptables a Dios. El apóstol Pablo escribe:

“Porque nosotros somos la circuncisión, los que en Espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.” (Fil 3.3)

Nuestro servicio cristiano nunca es aceptable a Dios cuando procede del esfuerzo humano sino cuando es conducido por el Espíritu del Señor.

Algo muy importante que añadir a este comentario es ver que en el Nuevo Pacto la parte del ser humano que alaba y adora a Dios no es el cuerpo sino “el espíritu”. No aparecen frases como cantad con arpas, o con liras, o con panderos, sino cantad con el espíritu. Los aspectos externos del Antiguo Pacto para el canto a Dios son minimizados de tal manera que lo único que debe alabar a Dios es el espíritu. Cuando hablamos del espíritu hablamos del hombre interno, no el externo, lo que también el apóstol Pablo llama el corazón (Ef 5.19) y es por eso que, a diferencia del antiguo pacto, en la iglesia cristiana no se hace mención de instrumentos, palmadas, saltos, danzas, etc. La adoración a Dios es netamente espiritual. El único instrumento y las únicas cuerdas que se mencionan son las cuerdas vocales de la voz humana fabricadas por Dios para alabanza de su gloria.


b.) Cantaré con el entendimiento (1 Co 14.15 b)

El segundo requisito coincide también con lo dicho por Jesús sobre que debemos adorar en verdad. Debemos adorar a Dios conforme a la Verdad de Su Palabra (Jn 17.17) y como Él quiere que le adoremos, con plena conciencia de lo que estamos cantando y expresando. La mujer samaritana adoraba pero no conforme a la verdad y al entendimiento, por eso Cristo le dijo “vosotros adoráis lo que no sabéis” (Jn 4.22). El salmista dijo “cantad con inteligencia” (Sal 47.7).

Por desgracia la adoración a Dios a caído tan bajo en este tiempo que todo se reduce a un culto puramente sensacionalista sin importar las verdades que se exponen en la Palabra de Dios, sin embargo el apóstol Pablo dice que nuestro culto a Dios, aún siendo espiritual, viene por la vía del raciocinio.

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” (Ro 12.1).

Es sumamente importante ser conscientes ante Quién estamos y qué es lo que estamos diciendo. Que podamos cantar con el espíritu y con una mente espiritual de manera que seamos edificados y que también los que escuchan puedan entender lo que se canta (me refiero a los de “afuera” que nos visitan). ¡A cuántas personas no ha tocado Dios con un canto y les ha traído a sus pies! Los espectáculos que vemos hoy parece cualquier cosa menos iglesia, ni siquiera tienen que ver con La Palabra de Dios, así que el impío, que siga obrando impíamente y que lo santo se santifique aún más.


c.) Cantar la Palabra de Dios

Hay muchos cantos que están basados en testimonios y experiencias personales que se cantan en las iglesias, pero que aunque no sean malos en sí mismos no es lo que se debe cantar en un culto a Dios. Antes decía que Dios solo recibía lo que procede de Él y la alabanza tiene que proceder igualmente de Él. El canto tiene que contener Su Palabra porque quien canta edifica a los que les escuchan y quien preside el culto, como Ministro de Dios, exhorta y enseña cantando la Palabra de Dios. Esto fue lo que quiso decir el apóstol Pablo cuando escribió a los colosenses:

La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” (Col 3.16).

En base al texto leído muchos creen en la libre participación y que cualquiera puede pasar al púlpito para hablar la Palabra de Dios, bien enseñando o bien exhortando, pero eso no es lo que dice el texto. El ministerio de la enseñanza ante la iglesia reunida es tarea exclusivamente pastoral (1 Tim 5.17; Tit 1.7-9). La manera en que los hermanos se enseñan y exhortan unos a otros es, según el texto leído, no a través de predicaciones sino a través del contenido de las letras que contienen los himnos, cantos y salmos. Cuando toda la congregación canta un himno donde se nos exhorta a orar o donde se nos enseñe que solo en la sangre de Jesús hay perdón estaremos enseñándonos y exhortándonos mutuamente, cantando y escuchando a la misma vez. Pero ¿A qué se refiere el apóstol Pablo cuando menciona por separado salmos, himnos y cánticos espirituales?

El Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado arroja luz sobre el tema y comenta:

El N.T. habla de tres géneros de cánticos: Los salmos, los himnos y los cánticos espirituales (Ef 5.19; Col 3.16). Después de la Cena de la Pascua, la noche en que fue entregado (Mt 26.30), Cristo y sus discípulos cantaron “el himno”, indudablemente el Hallel, que comprende los salmos 113-118. El nombre Hallel procede del término heb. traducido al castellano por Aleluya (“alabad a Jehová”). Los judíos cantaban el Hallel durante la celebración de la Pascua.[2]

Creo que es necesario decir que la palabra salmo proviene del griego psalmo, que significa cantar y que a su vez viene del vocablo psalo que significa rasgar algún instrumento, muy probablemente el salterio. Pero para los hebreos el libro conocido en la Septuaginta como Salmos, en hebreo es “Tehillim” que se traduce como Himnos. También eran considerados himnos aquellos salmos que aparecen en nuestras Biblias con el nombre hebreo de “Masquil” que se traduce como instrucción o enseñanza. Entre estos salmos están el 32, 42, 44, 45, 52, 53, 54, 55, 74, 78, 88, 89 y 142. Posteriormente la iglesia cristiana añadió Jn 1.1-18; Ro 11.33-36; Flp 2.5-11; 1 Tim 3.16; Ap 15.3-4.

Entre los cánticos más conocidos están el de Moisés (Ex 15), el de Débora (Jue 5), y el de Ana madre de Samuel (1 Sam 2). Posteriormente fueron añadidos a la iglesia cristiana el cántico de María conocido como el Magnificat (Lc 1.46-55), el de Zacarías, padre de Juan el Bautista, conocido como el Benedictus (Lc 1.68-79), el Gloria in excelsus cantado por los ángeles al nacer Cristo (Lc 2.14) y el Nunc Dimittis (despide ahora) cantado por Simeón cuando vio a Jesús (Lc 2.28-32).


Concluyendo este punto he de decir que hay que cantar la Palabra de Cristo, sus bienaventuranzas, sus enseñanzas, sus exhortaciones, sobre su obra en la cruz y su resurrección, con gracia y desde nuestros corazones para que seamos henchidos del Espíritu Santo. Cantar los salmos compuestos por cantos e himnos de contenido espiritual profundo porque “Jehová es digno de suprema alabanza” (Sal 145.3). El canto congregacional debe reforzar la enseñanza y proclamación de la Palabra de Dios, nunca relegarla ni hacer que las mentes de los presentes se olviden de ella. No son pocos a los que les gusta cantar y cantar pero que cuando llega la exposición de la Palabra de Dios empiezan a incomodarse porque les parece un fastidio, lo cual no es sino una demostración de cuán lejos está su corazón de Dios, aunque luego con sus labios le honren.


d.) Cantar unánimes a Dios

El apóstol Pablo habló de aquellos que tenían cualidades y dones especiales para el canto y por eso dijo que cuando la iglesia se reunía había quienes traían salmos:

“¿Qué significa esto hermanos? Que cuando os reunís cada uno de vosotros tiene un salmo, o una enseñanza, o una revelación o una lengua o una interpretación. Hágase todo para edificación” (1 Co 14.26).

Esto de “cada uno” no significa que todos tuvieran salmos, doctrinas, lenguas, etc., sino que cada cual edificaba a la iglesia según el don recibido y entre estas gracias estaba la del canto.

No podemos negar que hay hermanos/as que tienen mayor capacidad dada por Dios para el canto pero se han de observar algunos principios fundamentales, a saber:

i.) Que el canto no va dirigido hacia la iglesia como quien actúa para ser escuchado. La plataforma, púlpito o altar, como llaman algunos, no es un lugar de actuación musical sino un lugar sagrado ocupado solo por el Ministro para la dirección del culto y exposición de la Palabra de Dios.

ii.) Que los que tienen dicha gracia deben cantar desde y con la iglesia hacia Dios.

iii.) Que toda la iglesia debe participar del canto para que a una sola voz se glorifique al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (Ro 15.5-6).


* Conclusión

Como hemos podido ver, no encontramos ningún texto en La Escritura donde Dios prohíba los instrumentos musicales. Por el contrario sí vemos que la música aparece en la Biblia pero solo en el A.T.

Sobre si se debe o no utilizar música en la iglesia pienso que primero debemos observar estos cuatro últimos puntos que he expuesto: Cantar con el espíritu, cantar con el entendimiento, cantar la Palabra de Dios y cantar a Dios con y desde la congregación.

A mi parecer lo que debe evitarse en la iglesia es todo tipo de instrumento y ritmo que pueda identificarnos con algún sector de la sociedad especialmente de carácter marginal y/o de contenido rebelde. Hay músicas y ritmos que se abrazan con ciertas formas de vestir y ciertos comportamientos que no son del agrado de Dios.

Si han de introducirse instrumentos en el canto congregacional deben ser para acompañar a la voz humana, no para asfixiarla, que inspire reverencia y temor hacia el Todopoderoso y que no sea de atracción para el mundo por su ritmo, pues solo Dios, y no nuestra música, hará que sus escogidos se añadan a Su Iglesia.


[1] NELSON, W. M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, Ed. Caribe, USA, 1998, p. 769
[2] VILA-ESCUAIN, Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado, Ed. CLIE, Barcelona, 1985, p. 495